La Basílica.- Esta espléndida Basílica asisiense es la venerable iglesia que la fe y la piedad popular han erigido en honor de la primera y más fiel discípula de san Francisco: Clara de Asís. Comenzó su construcción el año 1257, cuatro años después de la muerte de la Santa y a los dos años de su canonización, que tuvo lugar en Anagni por parte de Alejandro IV el 26 de septiembre de 1255. La Basílica se terminó en 1265. El venerable cuerpo de la Santa fue colocado bajo el altar mayor del templo el 3 de octubre de 1260. Se levantó en el lugar donde estaba la antigua iglesia de San Jorge. Al lado había una escuela donde Francisco aprendió a leer y escribir. En este lugar fue sepultada también Santa Clara, en el sepulcro que ya había sido de Francisco, siguiéndolo en la muerte como en la vida, y aquí permaneció la Santa durante siete años, hasta que fue sepultada en la iglesia erigida en su honor. La Basílica de Santa Clara fue edificada, en opinión de algunos, según el proyecto del franciscano Fr. Felipe de Campello, pero en realidad se ignora quién fue el arquitecto. Es de estilo gótico-umbriano. La típica fachada, como todo el conjunto basilical, han sido embellecidos en el exterior con listas de piedra blanca y roja del Subasio. El portal es un alféizar con un marco sostenido por dos leones. En la fachada policroma, resplandece, dándole vida, un magnifico y doble rosetón adornado con un encaje de piedra de unas 96 columnitas. En el lado izquierdo del templo, tres gigantescos arbotantes de finales del siglo XIV sirven para equilibrar el empuje de las bóvedas, dando a la Basílica un aspecto verdaderamente inconfundible. Junto al bellísimo ábside poligonal adornado con tres elegantes monóforos, descuella ligero y solemne el esbelto campanario, el más alto de Asís, con su cúspide octogonal. El interior de la Basílica, que un tiempo debió de estar adornado todo él con frescos, es lineal y sencillo en su estructura gótica de cruz latina con una sola nave de cuatro entrepaños, con transeptos, ábside y un balcón corrido perimetral que gira bajo los monóforos. La Basílica se ha hecho todavía más solemne por el movimiento ascensional del pavimento y por los admirables haces de columnas de piedra que suben ágiles y solemnes a lo largo de las descarnadas paredes, dando a todo el ambiente una fuerza y un lanzamiento austero y singular. Encima del altar mayor, sobre el iconostasio con rejas de hierro forjado del siglo XVIII, obra de gran originalidad y de singular belleza, preside el conjunto la grandiosa y espléndida cruz moldurada (1255--1260), obra de altísima maestría, atribuida por la crítica al llamado «Maestro di Donna Benedetta», recientemente identificado con el pintor Benvenuto Benveni de Foliño, que se quiere que sea también el autor de la tabla de Sta. Clara y de la de la Virgen de la Cortina. Este pintor supo fundir el arte bizantino, importado por Pisa del imperio de Oriente, con el románico italiano. A los pies del Cristo, san Francisco y santa Clara orantes y la imagen de la abadesa Benedetta que la encargó. Ésta es, sin duda, la obra más prestigiosa y antigua de la Basílica; fue terminada, en efecto, antes de 1260, año de la muerte de la abadesa Benedetta. Sobre el altar, en los cuatro plementos de la bóveda de crucero, el «Maestro expresionista de Santa Clara», es decir Palmerino di Guido de Asís (1330-1335), colaborador de Giotto en la Basílica de San Francisco, nos propone con formidable capacidad expresiva, emotividad y lirismo, el triunfo de la virginidad cristiana. En el plemento hacia el ábside, la Virgen con el Niño y a su derecha santa Clara; en el opuesto, santa Inés de Asís, hermana de Clara. En el plemento izquierdo, santa Catalina y otras santas, y en el derecho, santa Cecilia y santa Lucía. Toda la Basílica estaba pintada al fresco; pero en 1719, por falta de los fondos necesarios para la restauración pictórica y al decaer el aprecio por tales pinturas, todo el interior fue blanqueado. En el transepto izquierdo, resplandece en la pared un delicadísimo Nacimiento, de autor anónimo umbriano, llamado hoy «Maestro de la Natividad de Sta. Clara», que vivió en torno a la mitad del siglo XIV. Se trata de una pintura verdaderamente admirable por la gracia y el candor de la composición. Sobre el altar hay un estupendo icono de 1265, llamado «Virgen de la Cortina», realizado por Benvenuto Benveni de Foliño. En el mismo transepto, arriba, una serie de frescos de difícil datación; son escenas del Antiguo Testamento que, en la franja más alta, representan la creación de los animales, y, en la inferior, la construcción del Arca, la creación de los primeros padres, su desobediencia y el castigo del diluvio. Son obra de un excelente pintor asisiense de finales del siglo XIII. En la rama derecha del transepto, detrás del altar, una gran tabla en la que se lee una fecha: 1283. En esta obra de Benvenuto Benveni de Foliño (véase la imagen al final de esta página web), destaca por su altura la solemne y noble figura de Clara con la cruz en la mano, rodeada de ocho escenas de su vida. Se trata de una obra realmente notable por la fuerza expresiva y la compostura hierática de las figuras. Estos son los temas de las ocho escenas: Escena 1ª: El Domingo de Ramos, Clara recibe la palma de manos del obispo de Asís, Guido. Escena 2ª: Clara se presenta a Francisco en la Porciúncula. Escena 3ª: Vestición religiosa de la Santa, hecha por san Francisco. Escena 4ª: Clara resiste a su padre furioso agarrándose al altar. Escena 5ª: Santa Inés resiste a los que quieren arrancarla del monasterio. En la parte alta del mismo recuadro, san Francisco corta los cabellos a Catalina, cambiándole el nombre por el de Inés, porque había sabido luchar como la mártir romana. Escena 6ª: Clara realiza el milagro de la multiplicación de los panes para las monjas de San Damián. Escena 7ª: Un cortejo de vírgenes presidido por la Virgen rodean a santa Clara moribunda y la cubren con un velo. Escena 8ª: Los funerales de santa Clara presididos por el Papa Inocencio IV y los cardenales. En la parte alta, a lo largo de las paredes, numerosos frescos, bastante estropeados, del famoso Maestro expresionista de Santa Clara, Palmerino di Guido, de Asís (hacia 1310). De notable belleza y fuerza plástica son las escenas de la muerte y de los funerales de santa Clara. Estos dos episodios del tránsito y de los funerales de la Santa, aún discretamente legibles en el transepto de la derecha, como también los episodios de la vida de Cristo, en lo alto, y otros fragmentos pictóricos dispersos en el ábside y en el templo, inducen a pensar concretamente en un vasto ciclo con historias de la Santa análogo al que existe de san Francisco en su Basílica superior de Asís. En la pared izquierda de la Basílica, cerca del altar mayor, se abre la capilla de Santa Inés, la hermana de santa Clara, que también murió en San Damián y fue sepultada probablemente aquí junto con su hermana la beata Beatriz y su madre la beata Ortolana, que fueron todas monjas del monasterio de San Damián. En la misma capilla han sido piadosamente sepultados los cuerpos de algunas beatas compañeras de santa Clara, monjas con ella en San Damián. En el lado derecho de la Basílica, por una puerta doble, se accede a la capilla de San Jorge, dividida en dos y convertida ahora por una vidriera en capilla del Smo. Sacramento y en oratorio del Crucifijo. Junto a esta iglesia, y hoy englobado en el claustro del Protomonasterio, hay un minúsculo oratorio en el que fueron custodiados celosamente los cuerpos de los santos Francisco y Clara antes de que se levantaran en su honor las Basílicas que llevan sus nombres. En el oratorio del Smo. Sacramento, lugar reservado perennemente a la oración y al silencio, en la pared izquierda, una espléndida pintura de Puccio Capanna (1342) con María, Sta. Clara, S. Juan Bautista, S. Juan Evangelista y S. Francisco. En la contrafachada, admirables frescos del siglo XIV: la Anunciación, el Nacimiento, la adoración de los Magos, San Jorge y el dragón, de Pace di Bartolo, de mediados del siglo XIV. Al lado de la capilla del Sacramento está el oratorio del Crucifijo. Aquí se guarda celosamente el precioso Cristo bizantino, de un pintor asisiense de mediados del siglo XII, que en 1206, en la iglesita de San Damián, habló al joven Francisco determinando con esto su conversión y la misión de toda su vida. En la contrafachada del oratorio (o pared de entrada) hay algunos frescos: Estigmas de S. Francisco; Virgen con Angeles entre los santos Roque, Jerónimo y Clara, todos de Francisco Tartaglia de Asís; y además un San Urbano, de Pace di Bartolo. Al fondo del oratorio están expuestas preciosas reliquias de los santos Francisco, Clara e Inés, junto con otros preciosísimos documentos franciscanos y un tríptico del espoletino Rinaldo di Rannuccio (hacia 1270) con escenas de Cristo y de la Virgen. En el monasterio se conservan celosamente vidrios esgrafiados decorados sobre fondo dorado por el franciscano Pietro Teutónico, que trabajó también para el Santuario de la Porciúncula. Por una escalera situada hacia la mitad de la Basílica, se baja a la cripta, realizada en la segunda mitad del siglo XIX y que refleja claramente los gustos de la época. Aquí son custodiados con gran amor los restos mortales de santa Clara, encontrados el 23 de septiembre de 1850 en un sarcófago, todavía visible, bajo el altar mayor de la Basílica. Junto a la Basílica continúa floreciendo desde hace más de 700 años el Protomonasterio de Santa Clara, fundado por la propia Santa en San Damián. La estructura del Protomonasterio lleva consigo el signo de los siglos pasados: un ángulo de claustro, de Mille, un dormitorio del siglo XV, el refectorio de estilo renacimiento... todo ello entretejido de sencillez y gran sobriedad, rico en verdor y flores, es el lugar silencioso asomado al valle de Espoleto, en el que las Clarisas continúan siendo signo de un amor vivido hasta sus últimas consecuencias, en el seguimiento glorioso de Cristo pobre y crucificado, tras los luminosos ejemplos de Francisco y de Clara. [Gualterio Bellucci, O. F. M., Asís, corazón del mundo. Guía turística. Gorle (BG) - Asís, Ed. Velar - Ed. Porziuncola, 1996, pp. 53-59] BASÍLICA DE SANTA CLARA (SAN JORGE) por Fernando Uribe, o.f.m. Historia de la Basílica En el sitio donde hoy se levanta la Basílica de Santa Clara estaba ubicada la iglesia de San Jorge y, a su lado, un hospital para pobres. A comienzos del siglo XIII, estas dos edificaciones se encontraban fuera de los muros de la ciudad, muy cerca de la puerta sur (hoy «Arco dei Pucci»), al lado del camino que conducía a Spello y a los poblados del sur. La iglesia de San Jorge había sido construida en el siglo XI, pero sólo se tienen noticias escritas de ella a partir del año 1125. Esta iglesia estuvo muy ligada a la vida de Francisco por un cuádruple motivo: 1. Fue allí donde aprendió a leer y a escribir, puesto que en ella funcionaba la escuela canonical de Asís entre fines del siglo XII y comienzos del XIII. Durante esa época, la iglesia de Santa María Mayor estaba en reconstrucción después del incendio sufrido, y San Rufino en construcción. 2. En ella ejerció varias veces el ministerio de la predicación y, como lo recuerda Tomás de Celano, fue allí donde hizo su primera predicación. 3. Su cuerpo permaneció sepultado allí durante cuatro años (1226-1230), en un sarcófago de piedra colocado debajo del altar. 4. El 16 de julio de 1228, el papa Gregorio IX proclamó solemnemente en ella la canonización del bienaventurado Francisco. De la iglesia de San Jorge hoy no quedan más que algunos restos, especialmente el muro sur de las capillas laterales (la de la reserva eucarística y la de las reliquias), pues la antigua edificación hubo de dar paso a la construcción de la iglesia dedicada a Santa Clara y del monasterio para las hermanas que habitaban en San Damián, las cuales intercambiaron su antigua morada con el Capítulo de la Catedral por el hospital y la iglesia de San Jorge. Los trabajos de la construcción de la actual basílica de Santa Clara se iniciaron en 1257 bajo la dirección de fray Felipe de Campello. Tres años después la obra estaba terminada en sus elementos esenciales, de tal manera que el 3 de octubre de 1260 fueron trasladados los restos de Santa Clara a la iglesia construida en su honor y colocados en un sarcófago debajo del altar mayor. El papa Clemente IV consagró solemnemente esta iglesia en 1265. A comienzos del siglo XIV se construyó la capilla de Santa Inés, y a fines del mismo siglo se añadieron los contrafuertes laterales. El cuerpo de santa Clara permaneció durante siete años en el mismo lugar donde había sido sepultado el de san Francisco. En 1260 fue colocado debajo del altar mayor y allí permaneció durante casi seis siglos, hasta el 23 de septiembre de 1850, cuando fue descubierto, incorrupto, después de ocho noches de trabajos. En la cripta se puede ver todavía hoy el lugar exacto de su sepulcro. Una vez concluida la construcción de la cripta neogótica en 1872, el cuerpo incorrupto de la santa ha permanecido expuesto a la veneración del público en una urna de bronce dorado que desde comienzos de 1988 ha sido cambiada por otra más sencilla y segura, después de que el rostro y las manos de la santa fueron cubiertos de cera. Descripción En la Basílica de Santa Clara se combinan los estilos románico y gótico. Sus muros exteriores se caracterizan por las franjas horizontales de piedras rojizas y blancas. Los grandes contrafuertes laterales abiertos en arcos botales la hacen agradable y a la vez le dan una nota característica. La fachada está dividida en tres zonas por dos cornisas simples y contiene los elementos arquitectónicos estrictamente necesarios: una puerta de entrada rodeada de un arco simple escoltada por dos animales simbólicos (zona inferior), un rosetón doble de finísimos radios (zona intermedia), y el ojo o tragaluz que perfora el triángulo superior. La torre da al conjunto un toque de armonía y elegancia gracias a sus buenas proporciones de volumen y altura (es la más alta de Asís). Su interior es de nave única con transepto y un ábside poligonal. Es espaciosa, austera y un tanto oscura. El altar mayor está sostenido sobre doce columnas que rematan en capiteles góticos; fue construido en el siglo XIV y el cancel que lo rodea fue colocado en el siglo XVIII. Sobre el altar pende un gran crucifijo pintado sobre madera entre 1255 y 1260 por orden de la abadesa Benedetta, la cual aparece a los pies del mismo, junto a san Francisco y santa Clara. Es atribuido al llamado «Maestro de la señora Benedetta», recientemente identificado como Benvenuto Benveni de Foliño. En el ábside hay pintados varios personajes en relación con el crucifijo: la Virgen, san Juan; santa Clara, san Francisco y la abadesa Benedetta (sucesora de santa Clara y fallecida en 1260). Sobre el altar, en el cruce del transepto, se pueden observar ocho figuras de santas atribuidas a un discípulo de Giotto.Varias paredes de la iglesia estaban decoradas con frescos multicolores hasta el siglo XVII, cuando fueron tapados con cal como consecuencia de las epidemias. De estos frescos hoy no quedan más que algunos fragmentos de escenas bíblicas, la más interesante de las cuales es indudablemente la Natividad (lado izquierdo); en el brazo derecho aparece representada la muerte y los funerales de santa Clara. En todos estos frescos se nota el estilo de los pintores florentinos y de algunos pintores de Siena, todos del siglo XIV. En el transepto derecho se encuentra también un retablo que representa a santa Clara y ocho escenas de su vida. Esta obra tiene un gran interés iconográfico, pues fue hecha 30 años después de la muerte de la santa, o sea en 1283, aunque sufrió varios retoques en el siglo XVII. Se desconoce su autor, pero algunos dicen que es Benvenuto Benveni, el mismo que pintó el crucifijo del altar central. La capilla de la reserva eucarística está adornada con varios frescos, casi todos del siglo XIV, entre los cuales sobresale un políptico de la Virgen con el Niño, santa Clara, san Juan Bautista, san Miguel y san Francisco, atribuido a Stefano Fiorentino, discípulo de Giotto. En la capilla de las reliquias se conserva el auténtico crucifijo de San Damián, transportado a este lugar por las hermanas clarisas cuando abandonaron el convento de San Damián. Es una pintura en madera de fuerte influjo bizantino, cuyo origen se remonta al siglo XII. Se desconoce su autor, pero se pueden descubrir en él las características de los crucifijos umbros, más concretamente de la escuela espoletana de Alberto Sozio. Su mayor interés reside, más que en su aspecto artístico, en su valor histórico, dado que aparece estrechamente ligado al proceso inicial de la conversión de san Francisco: su encuentro con el Crucificado y su misión en el mundo. Ante este crucifijo Francisco rezó muchas veces la corta y densa oración que hoy conservamos como uno de sus escritos más antiguos. En la misma capilla de las reliquias, al frente del crucifijo, se conservan varios objetos valiosos por su significado, como el breviario que usaba Francisco con las anotaciones hechas por su compañero León, el alba confeccionada por santa Clara, las túnicas de Francisco y de Clara, y otros. Acontecimientos franciscanos y actualización Desde el momento en que el sacerdote de la Porciúncula le explicó el Evangelio a Francisco, éste «comenzó a predicar a todos la penitencia con gran fervor de espíritu y gozo de su alma... Y cosa admirable en verdad: comenzó a predicar [en San Jorge] allí donde, siendo niño, aprendió a leer y donde primeramente fue enterrado con todo honor. De este modo, los venturosos comienzos quedaron avalados por un final, sin comparación, más venturoso. Donde aprendió, allí enseñó, y donde comenzó, allí felizmente terminó» (1 Cel 23). [La iglesia de San Jorge (en el lugar de su emplazamiento se encuentra hoy la capilla del Santísimo Sacramento de la basílica de Santa Clara) se hallaba a pocos pasos de la casa de Bernardone; en ella había una escuela presbiterial que frecuentó Francisco; santa Clara le escuchó predicar en ella; y fue también allí donde en 1228 se desarrollaron las ceremonias de la canonización de Francisco]. -- Los componentes del cortejo fúnebre que trasladaba el cadáver de san Francisco de la Porciúncula a la ciudad de Asís, «llegados por fin, radiantes de júbilo, a la ciudad, depositaron con toda reverencia el precioso tesoro que llevaban en la iglesia de San Jorge. Éste era precisamente el lugar en que siendo niño aprendió las primeras letras y donde más tarde comenzó su predicación; aquí mismo, finalmente, encontró su primer lugar de descanso» (LM 15,5). [Francisco fue enterrado provisionalmente en la iglesia de San Jorge, en donde tiempo atrás había aprendido a leer. Esta iglesia se convirtió en anejo de la basílica de Santa Clara el día en que (a. 1260), por motivos de seguridad, las clarisas tuvieron que abandonar San Damián y establecerse dentro de las murallas de Asís]. -- También el cadáver de santa Clara fue trasladado para su entierro, de San Damián, a la iglesia de San Jorge. Así lo refiere la Leyenda de la Santa: «A continuación, los cardenales presbíteros, con devota deferencia, rodean el santo cadáver de Clara y, en torno al cuerpo de la virgen, terminan los oficios de ritual. Al final, considerando que ni es seguro ni conveniente que tan inestimable tesoro quede a trasmano de los ciudadanos, en medio de himnos y cánticos, entre sones de trompeta y júbilo extraordinario, la levantan y la conducen con todo honor a San Jorge. Éste es el mismo lugar donde el cuerpo del santo padre Francisco había sido enterrado primeramente, como si quien le había trazado mientras vivía el camino de la vida, le hubiese preparado como por presagio el lugar de descanso para cuando muriera» (LCl 48). -- La presencia en este lugar del cuerpo venerable de santa Clara da pie para muchas reflexiones sobre el valor de esta mujer admirable y sobre su sólida espiritualidad. Pero sobre todo vale la pena profundizar sobre el significado que tiene la mujer en la vida franciscana, el papel que jugó Clara en la vida de Francisco, el alcance y dimensiones de la profunda amistad que los unió. Es una buena oportunidad para revisar con sinceridad y valentía el sentido que nosotros tenemos de la mujer, nuestro comportamiento hacia ella, la solidaridad y comunión con la misma para llevar a la práctica de una manera más profunda, equilibrada y completa el Evangelio siguiendo las huellas de Jesús y de nuestros Fundadores. [Fernando Uribe, O.F.M., Por los caminos de Francisco de Asís. Notas para el itinerario por los lugares franciscanos. Oñate (Guipúzcoa), Ed. Franciscana Aránzazu, 1990, pp. 58-62] LA BASÍLICA DE SANTA CLARA por Vittorino Facchinetti, o.f.m. Saliendo de la Catedral de San Rufino se puede visitar enseguida la Basílica de Santa Clara. Aquí reposa en la paz de su tumba la «pequeña planta» del Seráfico Padre, la compañera pura y fiel de sus ideales, la Madre Santa, cuyos despojos, velados por sus hijas, pueden ser contemplados y admirados a través de los cristales de un rico sarcófago. La cripta, a la cual se desciende por una larga escalera desde el centro de la iglesia, fue abierta solamente en el siglo XIX, cuando se descubrió el sepulcro de piedra en que hacía casi seiscientos años que yacían los restos mortales de la Fundadora. La Basílica, en cambio, se remonta al siglo XIII, porque fue construida por el arquitecto Fr. Filippo de Campello entre 1257 y 1260, cuando, habiéndose comprobado que era poco seguro el asilo de las clarisas en San Damián, el papa Alejandro IV ordenó que se trasladasen a la ciudad. Las damianitas se llevaron consigo el Crucifijo milagroso que había hablado al Seráfico Padre. Y el cuerpo de santa Clara fue trasladado de la primera sepultura en que había sido enterrado, a la nueva tumba emplazada debajo del altar mayor de la Basílica de la Santa. Como es sabido, el templo está levantado sobre el lugar del antiguo hospital de San Jorge, en estilo gótico puro; y sus muros cubiertos de frescos de la escuela de Giotto en el ábside y en la capilla del crucero, muy deteriorados y recubiertos de cal en el siglo XVII, están siendo sacados a la luz con inteligente y amoroso cuidado. Sencilla y grandiosa es la fachada, y notable el rosetón que recuerda, así como toda la planta del edificio, el de la Basílica superior de San Francisco. Desde la bella plazuela, delante de la fachada, se disfruta la vista de la colina sobre la que se recuesta la ciudad y del valle que se extiende a sus pies. Junto a la Basílica de Santa Clara, o más bien en ella, al menos en parte, está situada la iglesia de San Jorge, donde el joven hijo de Madonna Pica fue instruido por el clero de la ciudad, comenzó más tarde a predicar al pueblo, tuvo su primera sepultura y fue solemnemente canonizado por su viejo amigo, el pontífice Gregorio IX. Parte de la pequeña iglesia está ahora transformada en Capilla, toda decorada con magníficos frescos. Es de notar entre las figuras de algunos santos una deliciosa e ingenua Santa Clara, debida, tal vez, al pincel de Simone Memni. Frente al altar está el coro de las religiosas, donde todas las mañanas se abre una pequeña puerta, a fin de que las elegidas del Señor, heroínas sublimes e ignoradas víctimas para el mundo, que no sabe sacrificarse y orar, puedan recibir a través de la misma reja que ya sirvió a Clara y a sus primeras compañeras en San Damián, el Cuerpo y la Sangre de su dulce Señor. [Vittorino Facchinetti, O.F.M., Los Santuarios Franciscanos. Tomo II: Asís, en la Umbría. Barcelona, Biblioteca Franciscana, 1928, pp. 80-84] BASÍLICA DE SANTA CLARA por Romeo Cianchetta Ofreceremos luego algunas noticias sobre la vida de santa Clara al comentar la pintura en tabla, atribuida a Cimabue, que se guarda en el interior de su Basílica y que reproducimos al final de esta página. La Basílica de Santa Clara, de estilo gótico italiano, fue edificada según diseños del arquitecto Filippo de Campello en los años de 1255-1265. La nueva iglesia quedó agregada a la de San Jorge, la que conservó hasta 1230 el cuerpo de san Francisco, antes de su translación a su propia Basílica. Es digno de recordar también que los sacerdotes de esta iglesia de San Jorge impartieron los primeros elementos del saber al joven Francisco. Hermosa es la fachada de la Basílica con su paramento de piedra de fajas alternadas rosadas y blancas, con un portal enriquecido por dos simbólicos leones, con un gran rosetón central magníficamente elaborado. Contra el flanco izquierdo del edificio se añadieron, por necesidades de estática, tres grandes arcos rampantes, que no perturban en absoluto el equilibrio estético de la fachada, sino que más bien lo enriquecen. A la altura del ábside, un esbelto campanario puntiagudo, el más alto en Asís, da realce al movimiento arquitectónico del conjunto, de cuatro arcadas. El interior, de cruz latina y única nave, es de estilo gótico. En el presbiterio, pintó al fresco la bóveda un desconocido giottesco, con figuras de santos entre ángeles. El altar mayor, sostenido por doce columnitas de arte umbro del siglo XIV, está encerrado en una verja de hierro forjado de notable valor artístico. Del ábside cuelga una bella cruz pintada en tabla perfilada por un discípulo de Giunta Pisano. En el brazo izquierdo del transepto, pared del fondo, aparece la pintura de un Belén, de la escuela umbro-sienense del siglo XIV: suave y lleno de gracia es el abrazo de la Virgen, en un medio de genuina lozanía. En el brazo izquierdo del transepto, paredes de la derecha e izquierda, hay frescos de Stefano y de otros pintores giottescos. De la pared izquierda cuelga una tabla (que reproducimos al final de esta página web), atribuida a Cimabue según algunas peculiaridades de su estilo: la figura de Santa Clara, muy alargada, hierática en su expresión, está rodeada por ocho recuadros simétricos, en los que aparecen los principales episodios de la vida de la Santa. Breves noticias sobre la vida de santa Clara, siguiendo las ilustraciones de la tabla atribuida a Cimabue: La lectura de los recuadros de la tabla hay que hacerla empezando por la izquierda, desde abajo. Del noble Favarone de Offreduccio y de Ortolana, el 16 de julio de 1194 nació en Asís santa Clara. Se crió en una casa acomodada que le permitió, en contraste con las costumbres de aquellos tiempos, que excluían a las mujeres hasta de los primeros elementos del saber, aprender a leer y escribir en latín. Ortolana, piadosa mujer que había peregrinado a los Santos Lugares (hecho excepcional en aquel entonces), se había cuidado de la preparación religiosa de su hija Clara. Ésta, en la observancia de las prácticas religiosas y devotas, tanto se distinguió de las demás niñas, que llevaba el cilicio ya en tierna edad. A sus quince años se negó a casarse con un noble pretendiente porque, tal como lo confesó a sus pasmados progenitores, se había consagrado a Dios. Tal íntima consagración se había fortalecido en ella tras escuchar la predicación cuaresmal que Francisco había pronunciado en la iglesia de San Jorge en 1212. Primer recuadro.- El obispo Guido, en la misa del domingo de Ramos de dicho año, en la Catedral de San Rufino, entrega a Clara el ramo de olivo. Manifiesta el Obispo particular predilección para con Clara, pues sabe, por boca de Francisco, lo que va a suceder en la noche siguiente. Segundo recuadro.- Por la noche de aquel domingo, huye Clara de la casa paterna y, acompañada de su nodriza Bona de Guelfuccio, se encamina hacia la Porciúncula. Francisco y sus frailes, que la aguardan con antorchas encendidas al borde del bosque, la reciben y acompañan hasta la iglesita. Tercer recuadro.- Ya en la iglesita de la Porciúncula, Clara, tras deponer su precioso traje y los adornos, viste una basta cogulla y se ciñe las caderas con una soga. Córtale Francisco la rubia cabellera, y le cubre la cabeza con un velo negro. Pronuncia Clara los votos de pobreza, castidad y obediencia, y reconoce a Francisco cual superior suyo. Tiene así principio la vida de la Orden de las Hermanas Pobres. Terminada la ceremonia, santa Clara es acompañada al monasterio de las benedictinas de San Pablo, cerca de la «Insula Romana» (ahora, Bastia Umbra). Cuarto recuadro.- Su padre Offreduccio en balde intenta disuadir a Clara de su propósito y reconducirla a su casa. Ante la firme determinación de la hija, trata de arrancarla del monasterio por la fuerza. Clara se agarra entonces del altar. Es un acto sacramental, reconocido por la ley: el padre tiene que rendirse. Quinto recuadro.- Inés, hermana de Clara y próxima a contraer matrimonio, abandona a su vez la casa paterna y se refugia en el mismo monasterio. El furor de Offreduccio es ahora sin límites: otra vez va al monasterio, acompañado ahora de hombres armados. No quiere perder a una segunda hija. Agarran a Inés con el propósito de llevársela a casa, pero no lo logran. Por intercesión de las plegarias de Clara, el cuerpo de Inés se torna más pesado que el plomo y es imposible removerlo. El brazo de su tío paterno, Monaldo, que amenaza con aplastarla, queda paralizado en el aire. Posteriormente, se reunirán con Clara, en el convento de San Damián, también su madre Ortolana y una hermana más, Beatriz. Sexto recuadro.- Un día, santa Clara, en el refectorio de San Damián, en presencia del papa Gregorio IX, bendice los panes antes de su distribución: en cada uno, milagrosamente, se dibuja una cruz. Séptimo recuadro.- Un grupo de vírgenes, presididas por la Virgen María y con coronas de oro, se aparece a Clara moribunda; Nuestra Señora le da un dulcísimo abrazo, y las vírgenes extienden un espléndido velo sobre el cuerpo de Clara. Octavo recuadro.- Inocencio IV celebra las exequias de la Santa. Desde la pared derecha de la nave se pasa a la restaurada iglesia de San Jorge, dividida al través en dos partes por una vidriera. La primera parte (hacia el ábside) se llama Capilla del Sacramento, decorada por frescos giottescos y de Andrea de Bolonia; la segunda, Capilla del Crucifijo, guarda el Crucifijo que en San Damián habló a san Francisco en 1206, indicándole su misión: «Anda, Francisco, restaura mi casa que, como ves, amenaza ruina». Este Crucifijo fue traído desde San Damián hasta el actual protomonasterio de las Clarisas con motivo del traslado de éstas. Ha quedado expuesto al público, tras las restauraciones de la capilla, en 1958. Está pintado en una tabla perfilada de estilo umbro-románico también algo bizantino. En la pared del fondo, detrás de una reja, se conservan las reliquias de la Santa. Bajando una escalera en el centro de la iglesia, se alcanza la cripta en donde aparece la urna que contiene el cuerpo momificado de la Santa. Desde la Plaza de Santa Clara, bajando por la Vía Sant'Agnese, llegamos a la iglesia de Santa María la Mayor, catedral de Asís hasta que la sustituyó la actual de San Rufino